• Recuerdo haber leído en el periódico una noticia relacionada con la muerte de Mijaíl Kaláshnikov (1919-2013), militar ruso y diseñador del fusil de asalto Avtomat Kaláshnikova modelo 1947, conocido popularmente como AK-47. Su arma ha sido la más vendida en el mundo con más de 100 millones produciendo unas 250.000 muertes al año, un récord nada desdeñable. Por el nacimiento de esta hermosa criatura al inventor se le concedió la Orden de Stalin, y en el 2009 se le otorgó la mayor distinción que un ruso puede obtener, la de Héroe de la Federación Rusa. El bueno de Mijaíl nunca se arrepintió de su “best-seller”, es más, decía que lamentaba que su hijo predilecto hubiera caído en malas manos. La facilidad para dispararlo, su fiabilidad, y el hecho de que pudiera ser usado en las condiciones más adversas, han hecho de este “ejemplar” uno de los más letales de la historia. Como curiosidad, decir que se encuentra en las banderas de países como Mozambique o en el escudo de Timor Oriental. Este tipo de armas han hecho que el arte de la guerra haya cambiado. Si la primera guerra mundial fue una guerra de trincheras en las que la lucha cuerpo a cuerpo a veces se producía, a partir de inventos como el del teniente general, la guerra dejó de ser para valientes y empezó a ser para aquellos con buena puntería. La actualidad de este fusil no debe banalizarse, solo en el año 2015 en Europa hubo más atentados con esta arma que con cualquier otra.

    Mijaíl Kaláshnikov mostrando el AK-47, su famoso invento.

    Mijaíl Kaláshnikov mostrando el AK-47, su famoso invento.

    Algo antes de que este hijo de campesinos naciera; allá por el siglo XV nacía otro diabólico invento que bautizaron como imprenta. Este hijo del diablo (o hija, no sé) puede llegar a ser mucho más mortífero que el AK-47 del que se hablaba con anterioridad. Si esta creación tal vez no mata personas de forma directa sí que es capaz de aniquilar sus ideas casi tan rápido como el AK-47 le volaría los sesos a uno. Este mortífero invento ha hecho que se publiquen libros “escritos”, entre otros, por Belén Esteban, José María Aznar, Ana Rosa Quintana o incluso Jorge Javier Vázquez (la cantidad de este tipo de libros es incontable, estos son solo algunos ejemplos de muy diversa procedencia y de muy dudosa calidad),  haciendo una parte de la sociedad cada vez más triste y patética. El uso de la imprenta ha hecho que se controlen muchas de las ideas que tiene la sociedad a través de periódicos, revistas, fanzines o los propios libros (además de dejar a muchos monjes escribanos sin empleo en aquella época). Sin ir más lejos, uno tiene muchos amigos que no solo escriben sino que además tienen, (o debería decir tenemos), la “suerte” de que sus escritos se publiquen. A veces hasta te relatan sus historias de manera orgullosa y luego tienen la desfachatez de preguntarte qué opinas. Uno ya tiene pocos “amigos” como para perder más.

    Jorge Luis Borges durante una entrevista en España.

    Jorge Luis Borges durante una entrevista en España.

    El escritor argentino Jorge Luis Borges dijo en una entrevista que la imprenta había sido el peor invento de la historia, aunque claro, también decía que García Lorca se hizo muy famoso, entre otras cosas, por el tipo de muerte que tuvo. Está claro que ni siquiera el maestro argentino era perfecto. Lo que sí parece claro es que la imprenta, al igual que el AK-47, es fiable y puede usarse en las situaciones más adversas. Y sino que se lo digan a John Boyne y su infame novela El niño con el pijama de rayas, novela que tergiversa la realidad de una manera deleznable y hasta peligrosa. No sabemos si Gutenberg se arrepintió de su invento u opinaba como Kaláshnikov, que simplemente cayó en manos no deseadas. Sea como fuere, la imprenta ha hecho que nuestra forma de leer y entender el mundo sea diferente debido a la ingente cantidad de información que tenemos hoy en día. Y si el AK-47 cambió de alguna manera el arte de entender la guerra, la imprenta podría haber hecho lo mismo a la hora de entender la cultura.